El colgante
A simple vista puede parecer un colgante vulgar. La simpleza de sus formas –dos círculos desiguales unidos en una tangente virtual- le dan el aspecto de un ocho grotesco. Su estructura culmina con dos antenas (o eso me pareció) que salen del círculo más pequeño y que hacen las veces de cuerdas de sujeción del colgante por detrás de la cabeza, justo en la nuca.
Es un adorno sin más pretensiones, sin alardes ornamentísticos y diría que quién lo lleva, no se ha planteado otra función para él que no sea rellenar un espacio en su vestimenta aunque, eso si, haya buscado cierta armonía entre quién es y el colgante. Esa simbiosis es la que hace adquirir a la borla una importancia que no aprecié a simple vista.
El colgante como extensión de la personalidad de alguien, reflejo de quién es. Testigo mudo e inanimado de retazos de vida. Observador de una realidad incontestable. Amante que da y recibe caricias cuándo y dónde quiere sin reproche alguno. “Voyeur” de intimidades inconfesables. En él se balancean sueños, se atrapan ideas, se cuelgan susurros. Por él se cuentan historias –a la vista está- transmutándolo en protagonista inesperado de quién escribe.
4 comentarios
Para kaleidoscopio, exhibicionista -
kaleidoscopio -
Para calma, echándole escalofríos a la vida -
calma -
Besos y que sigas lleno de sonrisas y detalles.